ACADEMIA SUPERIOR DE ARTES DE BOGOTA
PROYECTO CURRICULAR DE ARTES PLASTICAS Y VISUALES
lugar: SALA DE EXPOSICIONES ASAB
ABRIL DE 2005
Eduardo Soriano Cabrera - Sandra Liliana Rengifo - Carlos E Rojas - Rafael Rincón - Daniel Navas - Jaime Contreras - Enrique Osorio - Erika Giovanna Romero - Ruth Liliana Martinez Luis Saray
EGRESADOS ASABEsta exposición, planeada para finales de 2004, se llevó a cabo en abril de 2005 como resultado de un doble proceso de convocatoria que no estuvo exento de dificultades. La primera vez hubo una escasa participación[1] y de acuerdo con los jurados la mayoría de las propuestas no se adecuaban a sus criterios de selección[2]; la segunda, un nuevo jurado seleccionó un número suficiente de trabajos que permitió el inicio de este evento de carácter bienal.Con lo anterior no se quiere sugerir que fue el cambio de jurado o la flexibilización de los criterios de selección, lo que finalmente permitió la realización de la exposición. Aunque esto es perfectamente posible, también se podría pensar sobre el sentido que tiene para un egresado volver a exponer en la “Sala de la casa”, después de haber tenido la oportunidad, en más de una ocasión, de exhibir allí sus trabajos tanto en las muestras de taller como en el Salón de Estudiantes; a lo anterior se suma la pregunta acerca de si los egresados presentan o no sus mejores trabajos a este tipo de convocatorias, como una forma de confrontación hacia la Institución, hacia los criterios de inclusión/exclusión de los jurados y las lógicas de validación de las prácticas artísticas.Ahora bien, sin que lo dicho carezca de interés y pueda ser objeto de profundización, hay algo en lo que ser debería indagar más profundamente y es lo que tiene con ver con el por qué de la baja respuesta de los egresados a esta clase de eventos que no se restringen a las Artes Plásticas ni al campo del arte. La poca respuesta no tiene que ver tanto con la ineficacia de los medios disponibles para el establecimiento de contacto con esa particular comunidad que son los egresados sino más bien con una condición de su ser mismo como egresados, que podría considerarse más ontológica que geográfica o actitudinal. Los egresados son una comunidad en proceso de dispersión que poco a poco se va dando cuenta de la disolución de los vínculos construidos entre sus miembros con la mediación del Alma Máter; esa madre que una vez los acogió a condición de regirse por sus estatutos que se expresan en términos de derechos y deberes. Todos sabemos que el primer momento de la diáspora está constituido por el acto mismo de graduación que es un particular rito de pasaje en el que de manera simbólica, mas real que lo real, se pasa de una condición de pertenencia a otra completamente distinta de desposesión; allí se deja de ser estudiante y se empieza a ser profesional, se experimenta una especie de conversión, se deja de se ser algo para llegar a ser otra cosa, hace necesaria una especie de muerte del estudiante para que sea posible el nacimiento del egresado.Siendo así, es posible realizar un breve ejercicio que nos permita pensar un poco más sobre la condición del egresado en relación a la del estudiante, recurriendo para ello al cuadrado semiótico greimasiano. De la misma manera que blanco se opone a negro, opondremos: estudiante/egresado en una relación lógica horizontal de contrarios; la relación oblicua no egresado/no estudiante es una relación de contradicción y, finalmente, la relación estudiante/no egresado, egresado/no estudiante es la relación vertical de complementariedad. Este ejercicio nos permite despejar el carácter interactivo, estático y a la vez dinámico, del campo de sentido de las relaciones entre los términos estudiante y egresado. En primer lugar, el estudiante se considera como tal por tener matrícula vigente en un programa académico que tiene como fin la obtención de un título, lo cual determina las relaciones positivas de pertenencia y compromisos entre éste y la institución; no sucede esto con el egresado. El egresado como no estudiante es su opuesto porque al haber logrado la titulación ya no le es posible acceder a una matrícula; como no estudiante ha sido puesto fuera de las fronteras institucionales donde sus derechos se han desvanecido; desde allí, cualquier intento de recuperación de vínculos por parte de la institución puede ser interpretado como desigual, circunstancial e instrumental, por ello quizá la negativa de los estudiantes a las llamadas institucionales no sea simplemente una reacción indiferente sino más bien un acto de resistencia frente a la posibilidad de un nuevo acto de exclusión pero esta vez ningún tipo de compensación.Desde este punto de vista, la reactivación de las relaciones entre instituciones y egresado debe tener en cuenta entre otras cosas que: estudiantes y egresados dejaran de ser oposición si se considera que ellos, como unidades de sentido, circulan según un mismo eje de significación que cambia la disyunción en conjunción, a saber: la pertenencia de los dos al mismo campo del arte. Así, la posición del egresado se vuelve privilegiada a causa de la perspectiva más amplia que le da precisamente ese hiato espacial y simbólico respecto de la institución. El desarrollo, de programas de formación postgradual puede ser un instrumento que hace posible la inversión de la relación de contradicción estudiante/no estudiante. Sin embargo, cabe preguntar si para la formulación de postgrados se tiene en cuenta, como una prioridad, las necesidades de formación y proyección de los propios egresados o más bien los estudios de mercado que los hagan rentables. En estas circunstancias, a la hora de realizar sus planes de proyección, las instituciones educativas ya no pueden apelar al cumplimiento de reglas o estatutos sino a los criterios de solidaridad de sus egresados, esta vez como iguales, con reglas de juego propuestas entre ambos, y no desde la aceptación y el sometimiento a las reglas preestablecidas que se ocultan en toda convocatoria.Los egresados tienen mucho que decir en cada uno de los aspectos que constituyen los proyectos de formación tanto en sus componentes académicos, políticos y de funcionamiento institucional; su concurrencia será determinante en el éxito o no de los proyectos institucionales. Pero no lo dirán si previamente no son objeto de un re-conocimiento de su mayoría de edad, en términos kantianos, no con ejercicios retóricos que los incluyen formalmente pero que finalmente los deja como un tercero excluido en toma de decisiones que rigen la vida de las comunidades académicas. Por otra parte, si los estudiantes, en el ejercicio de su condición, no se dan cuenta de la prioridad de reclamar la constitución de políticas para los egresados, para sí mismos dentro de poco, seguiremos preguntándonos a nombre de quién hablan los elegidos para representar a los egresados en aquellos espacios de decisión: quizás a nombre propio o bien a nombre de una comunidad fantasma.[1] Cuando de convocó la primera vez la sólo 26 de los 146 egresados de Artes Plásticas hasta 2004, se presentaron con sus trabajos, lo que constituye sólo un 17.8% de participación.[2] De acuerdo con el acta firmada en noviembre 5 de 2004, el jurado consideró que, en esa ocasión, sólo 4 trabajos se adecuaban a los criterios de selección que según ellos “se basaron en evaluar la coherencia lograda entre: los medios y lenguajes utilizados, los niveles de simbolización y sentido propuestos y el contexto, tanto histórico y cultural como aquel focalizado por la misma propuesta”. Ante esto, el jurado recomendó la realización de una nueva convocatoria con mayor difusión, que permita la participación de un mayor número de egresados, en la que se debería incorporar algunos egresados destacados como invitados especiales. Así se hizo, y para la siguiente convocatoria se presentaron 15 egresados y un jurado diferente seleccionó a 11 de ellos con uno o más trabajos con los que se realizaría finalmente la exposición.
Pedro Pablo Gómez
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